Este es el acoso al personal sanitario por vecinos que temen contagiarse
Cada tarde los españoles salen a sus balcones para aplaudir y apoyar a los trabajadores sanitarios que están dejándose la piel contra el COVID-19. Pero tras la fachada, en el interior de los edificios, algunos están padeciendo un recibimiento distinto.
Médicos, enfermos y trabajadores de servicios esenciales están sufriendo el acoso de algunos de sus vecinos. Mensajes colocados frente a sus puertas les piden que se marchen, por el temor a que puedan propagar la enfermedad en sus comunidades.
Elena Garbajosa es celadora en una residencia de la tercera edad, uno de los principales focos de la pandemia. Antes de salir del trabajo, se quita su uniforme para asegurarse de que no lleva la virus consigo a casa. Aún así, ha tenido problemas: «Una vecina me dijo que como podía, trabajando en un centro sanitario, desinfectar mi calzado, cuando lo que tenía que hacer era desinfectar todo lo que toco, todo lo que piso y, casi, todo lo que miro». Días después, encontró su puerta rociada con lejía: «No podía imaginar que tuviera puerta con puerta a una persona con esa actitud hacia mi. Me da pena. Siempre tratas de ver el lado positivo. Cuando vuelvo a casa y te suben un poco la moral cuando escucho los aplausos y esos comentarios favorables. Los desfavorables y esas actitudes… Se quedan ahí, los meto en un cajón».
Algunos han ido incluso más lejos. Una doctora de Cataluña encontró su coche manchado con una pintada inquietante: «rata contagiosa».
Médicos, enfermeros y trabajadores de servicios básicos insisten en que extreman las precauciones para proteger a sus vecinos y familiares. Pero para muchos, lo más difícil de dejar fuera de sus casas es el estrés causado por las situaciones traumáticas que tienen que vivir.
Monserrat Martínez es enfermera de cuidados intensivos en un hospital de Madrid. Recuerda momentos dolorosos, cuando el pico de la pandemia llegó a colapsar los hospitales. Algunos sanitarios han precisado ayuda psicológica. Ella es afortunada de tener todo el apoyo en casa: «Es cierto, a mi me ha tocado llorar a veces, al salir del trabajo, al llegar a casa. He descargado en mi caso con mi familia. Tengo marido e hijos y sí han notado que traía a casa muchas cosas. Y como me preguntan y me dejan hablar, para mi es una manera buenísima de descargar. Ellos me escuchan y me atienden». Los sanitarios saben que las voces negativas son una minoría. Ahora recorren los últimos pasos hacia el final del túnel, solo necesitan otro empujón más para seguir luchando.